Monday, November 30, 2009

De las palabras hermosas 40

Abencerraje

Los Abencerrajes eran una familia ilustre en la Granada musulmana. Dice una leyenda que varios de sus miembros fueron asesinados en la hoy llamada Sala de los Abencerrajes de La Alhambra:

Se encuentra situada frente a la Sala de Dos Hermanas, y su nombre se debe a que la tradición popular asegura que en esta sala fueron degollados los caballeros Abencerrajes, aunque los autores no se ponen de acuerdo sobre qué monarca ordenó su ejecución. De hecho, existe una mancha de óxido que cubre parte de la pila de mármol del centro de la sala, que la superstición presenta como una mancha de sangre de dichos Abencerrajes. (texto tomado de aquí)


La Sala de los Abencerrajes en el sitio oficial de La Alhambra.

Dice este sitio sobre la leyenda:

"...al atribuirle la tradición el poco riguroso escenario de sangrientas disputas cortesanas que acabarían con los principales miembros de esa familia norteafricana."

Fotos de la Sala de los Abencerrajes


Abencerraje en el diccionario de la RAE


(Del ár. hisp. aban [as]sarráǧ, hijo del guarnicionero, nombre del antepasado de esta familia granadina de procedencia árabe).

1. com. Individuo de una familia del reino musulmán granadino del siglo XV, rival de la de los zegríes.

Monday, November 23, 2009

De las palabras hermosas 39

Barahúnda

Encuentro la misma fuerza que en la palabra hermosa 26: turbamulta

Dice el diccionario de la RAE:

barahúnda.

(De or. inc.; cf. port. barafunda, y fr. baragouin).

1. f. Ruido y confusión grandes.

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Palabra tomada de una crónica de Ernesto McCausland en eltiempo de hoy (23 de noviembre de 2009)

Copio la crónica porque el link puede dejar de funcionar algún día

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El loco mercado de Atenas


A pesar de nueve grados centígrados, en Atenas es un día caliente: en la capital griega bulle un ánimo de protesta sindical. Al menos tres sectores, el educativo, el transportador y el portuario, están efectuando paros y manifestaciones. Incluso, los contratistas del Ministerio de Cultura, que se encargan de operar el acceso a los monumentos más importantes de la humanidad, han decidido suspender labores, dejando a una nube de turistas japoneses con gestos desconcertados en la mismísima entrada de la Acrópolis.

Es como si, de repente, la cuna de la civilización se hubiera convertido en el ataúd del buen ambiente laboral y planteado, además, la ironía de que la sede de todo conocimiento sofisticado, la piedra sagrada en que se levanta imponente el Partenón, ahora se encuentre aislada por culpa de una huelga. Los japoneses, cámaras apagadas entre sus manos, lo dicen con sus miradas sin otra manera de expresarlo: algún funcionario griego debería cometer haraquiri.

Pero, en el ágora de Atenas, uno de los mercados públicos más antiguos de la humanidad, nada se ha sentido. El ruido de las marchas, los pitos, las consignas coreadas, se ahoga fácilmente entre la alharaca de carniceros, verduleros y vendedores de pescado. Algunos de ellos llevan siglos gritando, a través de sus abuelos, sus bisabuelos, sus tatarabuelos. La propiedad de las colmenas del ágora pasa de generación en generación, también la licencia para gritar: seguramente muchos de ellos daban alaridos ofreciendo las mejores sardinas, mientras Platón y Aristóteles concebían discretamente el pensamiento universal.

Por eso amo los mercados, y los prefiero a cualquier monumento, a cualquier atractivo turístico de una ciudad. Precisamente porque no son un atractivo turístico. No hay allí guías memoriosos, ni almacenes de souvenirs, ni montajes escénicos, ni versiones extremas de la historia. Los amo porque allí todos gritan, no existe el silencio provocado de la ciudad farsa, la quietud sepulcral de edificios, iglesias, estatuas y obras de arte, donde solo se escucha, si acaso, el chasquido discreto de las cámaras.

De allí que en tantos viajes ejerciendo el periodismo, haya terminado huyéndoles a los rebaños de turistas para hallar deleite en la barahúnda de los mercados, lo cual no necesariamente es una conducta segura. Si un turista extraviado termina metiéndose en el Mercado de Bazurto, seguramente encontrará allí una Cartagena más interesante que la de piedra. Brotarán ante sus ojos, en medio de un hedor de aguas podridas, boxeadores trashumantes que aceptan desafíos por monedas de quinientos y que en sus combates desatan una algarabía muy superior a la ya existente. Tendrá a su disposición al Caribe en éxtasis, siempre y cuando no se le ocurra la mala idea de tomar el giro equivocado e ir a parar a la mala esquina donde lo espera la ley del cuchillo.

El mercado de Atenas ya no es tan auténtico como el de otros tiempos. La Unión Europea lo insufló con aires de contemporaneidad, obligando a los carniceros y a los vendedores de pescado a utilizar camas de hielo para sus productos y a una acción de lavado general tan intensa, que uno camina siempre con los pies sumergidos en dos centímetros de agua. No es raro entonces que, así como el riesgo más grande de Bazurto sea terminar apuñalado en el vecindario, en el Ágora ateniense una ancianita, toda vestida de negro, vaya directo al piso después de un resbalón.

Pero, a pesar de la llegada de la modernidad obligatoria, nadie ha podido acallar la gritería, como si ellos tuvieran claro que -a pesar de Sócrates- Grecia no siempre es el territorio de la razón y que el que más ruido haga será finalmente el que más pescado venda.

La Unión Europea podrá seguir intentando meter al Ágora en su redil, y seguramente mucho cambiará. Pero ese mercado, como el resto de Atenas, seguirá siendo un sitio loco y tan caótico, que uno bien podría concluir que Atenas es la Bogotá de Europa.

Ernesto McCausland

Tuesday, November 17, 2009

De las palabras hermosas 38

Efímero

Una palabra pequeña para un lapso corto

En el diccionario de la RAE

efímero, ra.

(Del gr. ἐφήμερος, de un día).

1. adj. Pasajero, de corta duración.

2. adj. Que tiene la duración de un solo día.

3. (Por la brevedad de vida de este insecto). f. cachipolla.

Tuesday, November 10, 2009

De las palabras hemosas 37

Balaustrada

No todas las palabras que me gustan vienen del árabe aunque sí una gran mayoría. Esta es del latín. Es hermosa la palabra y hermoso el objeto que nombra.

balaustrado, da.

1. adj. Con forma de balaustre.

2. f. Serie u orden de balaustres colocados entre los barandales.


balaustre o balaústre.

(Del fr. balustre, y este del lat. balaustĭum, flor del granado, por la semejanza del adorno).

1. m. Cada una de las columnas pequeñas que con los barandales forman las barandillas o antepechos de balcones, azoteas, corredores y escaleras.