Wednesday, April 25, 2007

El instinto de matar cucarachas

Transcribo uno de los apartes que andaba buscando mientras leía Cien Años de Soledad (ya lo terminé). Lo recordaba por aquello del instinto humano de matar cucarachas pero ahora que lo encuentro me enfrento a una extensa frase de 218 palabras. En el texto transcrito solo hay dos frases pero a partir del cuarto renglón no hay ni un solo punto seguido hasta que acaba el párrafo. Tal vez sea la frase más larga de todo el libro. Que alguien lo confirme o me corrija, por favor

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Esa era su vida, dos años antes de que Gastón empezara a esperar el aeroplano, y seguía siendo igual la tarde en que fue a la librería del sabio catalán y encontró a cuatro muchachos despotricadores, encarnizados en una discusión sobre los métodos de matar cucarachas en la Edad media. El viejo librero, conociendo la afición de Aureliano por libros que solo había leído Beda el Venerable, lo instó con una cierta malignidad paternal a que terciara en la controversia, y él ni siquiera tomó aliento para explicar que las cucarachas, el insecto alado más antiguo de la tierra, era ya la víctima favorita de los chancletazos en el Antiguo Testamento, pero que como especie era definitivamente refractaria a cualquier método de exterminio, desde las rebanadas de tomates con bórax hasta la harina con azúcar, pues sus mil seiscientas tres variedades habían resistido a la más remota, tenaz y despiadada persecución que el hombre había desatado desde sus orígenes contra ser viviente alguno, inclusive el propio hombre, hasta el extremo de que así como se atribuía el género humano un instinto de reproducción, debía atribuírsele otro más definido y apremiante que era el instinto de matar cucarachas, y que si estas habían logrado escapar a la ferocidad humana era porque se habían refugiado en las tinieblas, donde se hicieron invulnerables por el miedo congénito del hombre a la oscuridad, pero en cambio se volvieron susceptibles al calor del mediodía, de modo que ya en la Edad Media, en la actualidad y por los siglos de los siglos, el único método eficaz para matar cucarachas era el deslumbramiento solar.

De 'Cien años de Soledad', edición conmemorativa, página 439.

Thursday, April 05, 2007

Apadrinando palabras

El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre,
y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo.

Gabriel García-Márquez (Cien años de soledad)

Ahora que saco tiempo para escribir, los demás blogueros sacan tiempo para viajar. Bueno, si uno escribiera solo para que lo leyeran, ésta sería la peor estrategia.

Resulta que la escuela de escritores ha lanzado una convocatoria para abrazar viejas palabras que hoy están cayendo en desuso, sea porque sus conceptos se han perdido, porque han sido desplazadas por extranjerismos o por otras varias razones:

Todos, quien más, quien menos, tenemos alguna palabra asociada al corazón, adscrita a la memoria, eco de nuestra infancia. Chiquilicuatre, locatigüisquis, pintiparado. Una palabra que hace años que no oyes y sin embargo te pertenece. Saltimbanqui, querubín, cáspita. Una palabra que, desde luego, no consentirías que nadie te arrebatase. Abarloar, organdí, zarzaparrilla. Una palabra, al fin, que te gustaría que siguiera viva cuando ya no estés.

Queremos que nos ayudes a salvar el mayor número posible de esas palabras amenazadas por la pobreza léxica, barridas por el lenguaje políticamente correcto, sustituidas por una tecnocracia lingüística que convierte en "técnicos de superficie" a los barrenderos de toda la vida o perseguidas por extranjerismos furtivos que nos fuerzan a hacer 'outsourcing' de recursos en lugar de subcontratar gente.

Como siempre, cuando lo ponen a uno a pensar aparece el bloqueo. Pero mi esposa me regaló una para la lista: Lunfardo

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